lunes, 1 de junio de 2009

Un artículo desde Chile sobre la gripe: "Komentarios"


La primera vez en mi vida que vi un chancho fue hace 5 años. Estaba solo bajo la lluvia, cabizbajo, tratando de defender sus corontas de un sindicato de gansos que lo empujaban y le gritaban improperios a la cara. Su cuerpo grueso lo mantenía atado al barro y su torpeza hacía que los embates de los pajarracos fueran indomables.

Lo miré un buen rato desde lejos. Ver a un chancho por primera vez después de veinte años de vida, era toda una experiencia para mí, especialmente por nuestro lazo indeleble de horóscopo chino. Reflexioné varios minutos y, finalmente, tuve el coraje de acercarme, repitiéndome una y otra vez que el vegetariano de los dos, no era yo. Era un chancho grande y con cara de pocos amigos, pero decidí darle una oportunidad y me acerqué un poco más. Entonces, al verlo intentar defender una cáscara de sandía ya picoteada por los pollos y rechazada por las vacas, entendí. Bajo de esa apariencia hostil, esa colita engañosa y esa nube de olores indecibles, estaba su verdadero yo: un gordito romántico que rogaba no ser juzgado por las apariencias. Pobre. Del chanchito valiente, nada. Y de los tres chanchitos, menos. Le dí la espalda y lo olvidé para siempre. Bueno, casi para siempre.

Sería bueno que después de tanta dialéctica y retórica, después de tanta guerra contra el terror y tantísima contrarrevolución, recordáramos de una vez por todas, la más importante ley de la naturaleza y la primera nota al pie del contrato social: la venganza tarda, pero llega. Y los chanchos, por muy rosaditos y bonachones que parezcan, no son la excepción. Los datos son evidentes: nos despistaron con las Vacas, haciéndolas quedar ante el mundo como dementes en potencia. Después, se vengaron de años de despotismo de los Pollos, provocando un pollicidio masivo que no será fácilmente olvidado. Y la última pista fue la escalada de patés, jamones y chuletas envenenados. Un ataque kamikaze que despistó a medio mundo. Porque ¿quién iba a sospechar de los chanchitos? Porque ¿quién se fija en los chanchitos? Bueno, no contaban con su astucia. Sembraron el pánico con terneritos desquiciados y pollos resfriados, pero ahora decidieron atacar de verdad: la venganza porcina. Todo aquel que se haya comido un salame, agárrese firme. Porque nadie se mete con los chanchos y sale ileso. ¿Acaso no sabían que son los animales más inteligentes de todos? ¿Por qué tener un perro si el chancho es tanto mejor? ¿Por qué clonar a Dolly si Porky siempre fue el rey?

En la granja se oyen susurros celosos y el racismo arremete pretendiendo culpar a los cerditos mexicanos. Pero no. Más unidos que nunca, los chanchos no dan pie atrás y poco a poco juntan aliados. El diálogo parecía cerrado, pero vegetarianos y musulmanes trabajan juntos para abrir las puertas a una negociación. Ya pasó el tiempo del rey de la selva y de las revoluciones pingüinas. Señoras y señores, tiembla tierra: el año del cerdo ha comenzado, y parece que Porky tenía razón...“That’s all folks!”

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